sábado, 26 de diciembre de 2009

Un poco de historia. INICIOS

En el año 1987 se inicia una experiencia de voluntariado, de mano de la Presidenta de la Asociación, en el Pozo del Tío Raimundo con un grupo de aproximadamente 12 chicos, entorno a un Taller de Cerámica1.

En aquel momento no partíamos de ninguna constatación teórica, nos movía una idea motriz, “Todas las personas somos capaces de expresarnos creativamente”.

Se trataba de trasmitir una realidad vivida por nosotras mismas en un barrio y en una situación parecida, al grupo de chicos a los que pretendíamos enseñar. Haber tenido la oportunidad de desarrollar la creatividad, fue para nosotras un medio que nos permitió trascender una realidad que se dibujaba limitada, en cuanto a expectativas de futuro. Nos permitió el encuentro con el otro, y la oportunidad de crear y proyectar juntos que nos llevó a organizarnos en una asociación de Ceramistas “Dédalo” que tuvo una breve vida, pero que cumplió un importante papel de experiencia de aprendizaje.

En toda esta experiencia artística se generó algo muy importante para nuestro futuro, la posibilidad de canalizar un sentimiento de superación que nos permitió aplicarlo en todas las facetas de nuestra vida.

El taller de Cerámica del Pozo se desarrollo durante un año y medio, los medios y los materiales eran limitados, vistos desde la perspectiva de tiempo actual, pero suficientes para poder iniciar esta aventura. Contamos con una pequeña ayuda que nos permitió comprar un horno y el material básico.

Durante este tiempo, nos enfrentamos con diversos retos, el primero de ellos fue, cómo hacer de esta iniciativa una propuesta interesente y que motivara a la participación de forma continuada.

El segundo reto fue cómo podríamos comenzar a desarrollar las clases, no teníamos preparación ni experiencia “pedagógica”. Para ello nos servimos del sentido común, (“partíamos de su centro de interés”), la experiencia de haber pasado antes por las mismas dificultades frente a la creación, y sobre todo de algo muy importante, que nos apasionaba lo que hacíamos, y eso se refleja en los demás, trasmitiendo entusiasmo por aprender.

El proceso, en general, resultó ser una experiencia de aprendizaje compartido y un encuentro con “la persona”. Para el grupo que participó, pudo ser un espacio donde compartir, un espacio nuevo no habitual más allá de estar dado vueltas por las calles poco asfaltadas de un barrio, en aquel tiempo, con nulos recursos sociales para el ocio.

Para nosotras una oportunidad de aprender y de compartir y también de actuar, en un sentido social y ciudadano.

Todo ello acabó, en buena medida porque todas las experiencias tienen un principio y un final natural, auque es cierto que todo ello coincidió con un tercer retó al cual no pudimos hacer frente. El Local fue frecuentado por ciertas personas que se sirvieron de este espacio de encuentro para boicotear lo que allí se hacía y intentar hacer de él un espacio de “trapicheo”. El resultado no se hizo esperar por mucho tiempo, el grupo y nosotras tuvimos que abandonar el local.

Texto realizado por Esperanza Martín


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